domingo, 17 de abril de 2011

Generacion Nini

Generación Ni-Ni

En comparación con años anteriores, en la Argentina los índices de desocupación descienden. Pero eso es tan cierto como que se transita una realidad paralela e ineludible: desde el Ministerio de Trabajo arrojan que el 20% de los jóvenes entre 14 y 24 años (alrededor de 1,2 millón) no estudia ni trabaja (la mayoría tampoco busca empleo).

En Europa, este grupo fue definido como la Generación Ni-Ni. ¿Qué quiere decir ello? “Estamos ante una generación de jóvenes pasiva, desilusionada y sin motivaciones por el futuro”, grafica Eduardo Cazenave, profesor de Filosofía, rector general del colegio San Juan el Precursor de Argentina y profesional de la Fundación Proyecto Padres. “Fueron beneficiados y nacieron con increíbles adelantos tecnológicos y con un desarrollo de los medios de comunicación como no existió épocas atrás. Sin dedicación, tuvieron mucho a su alcance: conocieron lugares y contactaron gente sin viajar. No encuentran modelos a los cuales seguir ni desafíos para alcanzar”.

Problema Global

Analicemos América Latina toda. Cuatro de cada diez latinoamericanos son jóvenes. Y según el economista Bernardo Kliksberg, éstos son decisivos para la democracia, el progreso tecnológico y la calidad de la sociedad. Es decir, son la esperanza. En su artículo La juventud excluida denuncia que sólo el 34,5% termina el secundario (básico para ingresar en la economía laboral), y que el 80% de los hijos de padres que no completaron la primaria, tampoco la finalizan.

Esto desemboca en que más de 50 millones de jóvenes latinoamericanos están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo.

Más allá de la deserción escolar o de la imposibilidad de acceder a un empleo, el dilema de la desmotivación juvenil preocupa y responde a diversos factores. “Hay una falta de modelos de adultos atractivos capaces de marcar un rumbo que los entusiasme y los saque de la apatía –expone Cazenave–.

Adultos que, sin confundirse con ellos, entiendan sus códigos y sintonicen su frecuencia. Se perdieron las certezas para vivir, y no supimos entender las crisis como oportunidades. El desinterés por el trabajo es consecuencia de que el esfuerzo no está de moda. El trabajo es una bendición, una capacidad del hombre de perfeccionarse a sí mismo, a su sociedad y al mundo que lo rodea. Pero también implica sacrificarse, capacitarse, superarse, actuar en equipo, trazar planes, ponerse metas y objetivos. Parece demasiado para una generación que no quiere salir de la comodidad de que todo esté al alcance de su mano, o del control remoto”.

De Gustos y Plazos

Consumistas, rebeldes, que sólo piensan en el presente, prácticos, apáticos, idealistas, escépticos, responsables, tolerantes y maduros. ¿Así se catalogan los jóvenes argentinos de entre 18 y 29 años? Al menos, así lo muestra el estudio Indice de la Juventud, desarrollado por la Fundación Odiseo y la revista Plan V.

"La cultura de mercado los induce a ‘sobregirarse’ en algo que es natural en ellos: el deseo de sentir pasión –define Miguel Espeche, licenciado en Psicología y coordinador general del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano de Argentina–. Sin embargo, al no poder organizar esa pasión dentro del contexto vocacional, laboral y económico (se los hace desear cosas, pero no se les brindan los medios para conseguirlas), y al estar bombardeados con imágenes de éxitos logrados sin esmero, el panorama se hace difícil".

¿Hay salida?

Kliksberg encuentra la respuesta en el articulado de sólidas políticas de Estado, el fortalecimiento de las propuestas de educación para desertores y el hecho de asegurar el primer empleo. No se trata sólo de prevenir, sino de incluir, crear puentes.

Otra de las claves radica en resignificar el papel de la familia y los educadores. Para Cazenave se necesita reforzar las figuras de autoridad. Es importante enseñarles a alcanzar las metas por ellos mismos, aunque eso duela. Los padres deben ser modelos atractivos para sus hijos.

Los jóvenes constituyen una problemática que involucra a nuestra cultura como un todo; grandes y chicos sufren las distorsiones de la pérdida de valores comunitarios que ofrecen sentido a la vida.

“Generalmente, tanto unos como otros responden de manera muy positiva cuando encuentran un lugar en donde actuar protagónicamente su propia vida, sin creer que la felicidad vendrá a través del mero consumo, la dádiva de algún poderoso o el ganarse la lotería”, cierra Espeche.

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